Las navidades de antaño

@vgalue · 2025-09-08 00:24 · Top Family
Antes de que el mundo se nos hiciera tan grande y lejano, las navidades cabían enteritas en la casa de la abuela Carmen, allá en Maracay. Era una casa modesta, con las paredes pintadas de amarillo sol y un patio que olía a mango maduro y a café recién colado. No hacía falta mucho para ser felices: bastaba con que estuviéramos todos. ![1000313521.jpg](https://files.peakd.com/file/peakd-hive/vgalue/23z79fuh6HHNsTUNdnr13d16sxTrRLp52MPhgc4vPUb93MGuC9m79aEXA9T3A4uqKhatb.jpg) Desde temprano, el tío Ramón ponía gaitas en su viejo radio de pilas, y la música se mezclaba con el sonido de las ollas donde la abuela cocinaba su famoso pernil con papelón. Los niños corríamos por la casa con gorros de Santa hechos de fieltro, mientras los adultos pelaban hallacas y contaban chistes malos que igual hacían reír. La mesa era larga, improvisada con tablones y manteles que no combinaban, pero nadie se fijaba en eso. Lo importante era que había comida, risas y esa sensación de que el mundo, por unas horas, se detenía para dejarnos celebrar. ![1000313541.jpg](https://files.peakd.com/file/peakd-hive/vgalue/23vhwMV4mVexuVzTDGT3FWrBVNDJUTBoyscYUX7VNokBmroBmCyJ4R3BmfNNbwTDpcYCc.jpg) A las doce, todos nos abrazábamos como si no nos viéramos todos los días. El abuelo decía su bendición con voz temblorosa, y después venía el brindis con ponche crema casero, servido en vasos desiguales. Siempre había uno con una grieta, pero nadie lo cambiaba porque “ese es el vaso de la suerte”. Hoy, esa casa está vacía. La abuela ya no cocina, el tío Ramón vive en Perú, mi hermana en España, y yo escribo esto desde Argentina. Nos fuimos, como tantos, buscando futuro, huyendo del miedo, del silencio impuesto por un régimen que nos robó más que la economía: nos robó la cercanía. Pero cada diciembre, aunque estemos regados por el mundo, nos mandamos fotos de nuestras hallacas, audios con gaitas, y algún que otro video donde alguien intenta bailar tambor en una sala de dos por dos. No es lo mismo, no. Pero hay algo que no cambia: el recuerdo de aquellas navidades felices sigue vivo, como una lucecita que se niega a apagarse. Y mientras esa luz exista, mientras alguien recuerde el sabor del pernil de la abuela o el vaso de la suerte, Venezuela sigue viva en nosotros.

**Foto(s) tomada(s) con mi smartphone Samsung Galaxy S22 Ultra.**

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