Los mosaicos de don Armando

@vgalue · 2025-09-03 00:00 · Top Family
En la calle Belgrano, justo donde el sol se cuela entre los árboles y pinta de oro las veredas, vivía don Armando, un hombre de manos gastadas y mirada tranquila. Tenía un taller pequeño, con paredes de ladrillo y olor a cemento fresco, donde hacía magia con sus mosaicos. No usaba moldes modernos ni máquinas ruidosas. Armando trabajaba con paciencia, como quien conversa con el tiempo. Cada baldosa que salía de su mesa tenía un pedazo de paisaje, una flor del jardín de su infancia, o el recuerdo de alguna siesta bajo los álamos. Los vecinos decían que sus pisos no se caminaban, se contemplaban. En la casa de doña Clara, por ejemplo, el comedor tenía un mosaico de hortensias azules que parecía florecer cada primavera. En lo de los Gómez, el patio mostraba un campo de girasoles que giraban con la luz del mediodía. ![1000516590.jpg](https://files.peakd.com/file/peakd-hive/vgalue/EopuML2h8zzHPCf1nsfN9tDcfeHTyEpdJ37pdY2a7Hj3AFviXYrcRNBhVkoM6qTeW3r.jpg) Pero el más famoso de todos estaba en la biblioteca del barrio. Era un piso entero con un paisaje de montaña, río y cielo. Cuando uno entraba, sentía que pisaba un atardecer. Los chicos se sentaban en el suelo a leer, como si estuvieran en una excursión. Don Armando nunca firmó sus obras. Decía que el arte no necesitaba nombre, sino memoria. “Que me recuerden por lo que sintieron al mirar el piso, no por cómo me llamo”, decía mientras limpiaba sus herramientas con un trapo viejo. Una tarde, sin hacer ruido, se fue. Cerró el taller, dejó una nota en la puerta que decía: “Gracias por caminar mis sueños”. Desde entonces, cada vez que alguien ve un mosaico con flores o paisajes en el barrio, se pregunta si será uno de los suyos.

**Foto(s) tomada(s) con mi smartphone Samsung Galaxy S22 Ultra.**

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#spanish #life #story
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