En una tarde cualquiera, la consola PS4 negra, a la que llamaban "La Bestia Silenciosa", esperaba sobre la mesa de madera pulida. Encima, dos mandos reposaban como centinelas.
Uno, con funda texturizada y negra, era el veterano, el de las horas de juego en solitario. Su usuario, Marcos, lo había personalizado con esos puntos de goma para un agarre más firme en los momentos tensos. Le decían "El Todoterreno".
El otro, con su diseño de camuflaje verde y marrón, era "El Aventurero". Era el mando que se usaba cuando venía su amigo Javi. El camuflaje no era para esconderse, sino para destacar, para simular un espíritu de acción desenfrenada.
La Bestia Silenciosa sabía que la calma era pasajera. Dentro de poco, las luces se encenderían. El Todoterreno y El Aventurero serían empuñados, y la habitación se llenaría de gritos de victoria, frustración y risas compartidas. Los puntos de goma y el camuflaje se mezclarían en una sinfonía de movimientos rápidos.

Esta tarde, el juego sería de carreras. Marcos, con su precisión de Todoterreno, intentaría mantener la línea. Javi, con la agresividad de Aventurero, buscaría el atajo imposible. La mesa vibraría ligeramente, y la Bestia Silenciosa suspiraría, lista para otra batalla amistosa. Solo quedaba esperar a que el primer botón fuera pulsado.
**Foto(s) tomada(s) con mi smartphone Samsung Galaxy S22 Ultra.**
**Foto(s) tomada(s) con mi smartphone Samsung Galaxy S22 Ultra.**

