Un sinfín de pensamientos dando vueltas

@vgalue · 2025-11-06 00:30 · Top Family
El aire de la noche olía a jazmín y a promesa de lluvia. En la mesita de luz, junto a la foto un poco descolorida de un perro salchicha, estaba la caja: Inductal 3, Eszopiclona. Clara la miró. No era la primera vez. La caja amarilla y negra era su compañera, o su carcelera, no sabía bien. Llevaba meses lidiando con ese silencio atronador que se apoderaba de su cabeza cuando el sol se iba. ![1000564505.jpg](https://files.peakd.com/file/peakd-hive/vgalue/23z7HzRYnkHz7NqdUxjP7CFQJa7rTBKqds4j3i1iJpYbXjwyYAtyAyLNR3YMavMa9mzfL.jpg) Un sinfín de pensamientos dando vueltas, como ropa en una lavadora sin fin: la factura que no había pagado, el "te quiero" que no había dicho, la llamada que había ignorado. Esa noche era la peor de la semana. Había intentado todo: el té de tilo, el audio de "olas del mar" que prometía relajar, leer un libro aburridísimo. Nada. A las tres de la mañana, se rindió. Se sentó en la cama, la caja en la palma de su mano. Leyó las letras pequeñas, aunque ya las sabía de memoria: "Venta bajo receta archivada. Psi IV. Industria Argentina." Le dio un escalofrío. Parecía algo tan serio, tan formal, para algo tan simple como querer dormir. "Es una ayudita, solo eso," se dijo en voz baja. Rompió el precinto con cuidado, como si el ruido pudiera despertar a los vecinos (o a sus propios demonios). Sacó una pastilla, azulita, pequeña, casi insignificante. La puso bajo la lengua y tragó un sorbo de agua que tenía preparado. Hubo un instante. Un solo y eterno instante donde no pasó nada. Y luego, el milagro. No fue un golpe, no fue un apagón. Fue más bien como si alguien, muy suavemente, hubiera puesto un botón de volumen a cero en su cabeza. Los pensamientos no se detuvieron de golpe, sino que se hicieron lentos, perezosos, como un río congelándose. El "te quiero" pendiente se convirtió en una nube de algodón. La factura, en una hoja que flotaba sin peso. Clara sintió que su cuerpo se hundía en el colchón. Sus párpados pesaban como plomo dulce. Una pequeña sonrisa, casi imperceptible, se dibujó en sus labios. No iba a soñar con el perro salchicha, ni con el trabajo. Iba a soñar, simplemente. Iba a descansar. La caja amarilla y negra seguía en la mesita, guardiana de ese silencio tan ansiado. Y por primera vez en toda la noche, la única cosa que se movía en la habitación era el leve y acompasado ritmo de su respiración.

**Foto(s) tomada(s) con mi smartphone Samsung Galaxy S22 Ultra.**

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