Victoria y José

@vgalue · 2025-09-06 00:00 · Top Family
En el edificio de la calle Yerbal, justo frente a la panadería que siempre huele a medialunas recién hechas, vivían Victoria y José, dos hermanos venezolanos que habían llegado a Buenos Aires hacía poco más de un año. Victoria tenía 13 y ya caminaba como si conociera cada rincón de la ciudad. José, de 10, era más callado, pero tenía una mirada curiosa que no se le escapaba ni un detalle. ![1000510868.jpg](https://files.peakd.com/file/peakd-hive/vgalue/EoK4RYUvopk33vL6hSkj86UQ2DUjra2KPbPH7TJfqaRX6edRzgnAzXsAaByVMJM5p2H.jpg) Todas las mañanas bajaban juntos al colegio. Victoria con su mochila llena de libros y José con la suya medio desordenada, siempre con una pelota de goma escondida entre los cuadernos. En el camino, saludaban al portero, al señor del kiosco y a la señora que vendía empanadas en la esquina. Ya eran parte del paisaje. Una tarde, mientras llovía y el cielo se ponía gris como una sábana vieja, José encontró un gato mojado debajo de un banco en la plaza. Lo miró, el gato lo miró, y sin decir nada, se lo llevó envuelto en su buzo. Lo llamó “Arepa”, porque era blanco con manchas doradas, como el desayuno que más extrañaban de su casa en Maracaibo. ![1000533984.jpg](https://files.peakd.com/file/peakd-hive/vgalue/23x15EEGbXhFdXmx4s4dXhmposDu4E2ZkkKj6FNdPdS1Nya8wP82H8t9GwJFX9M1X9Jjh.jpg) Victoria no dijo nada al principio, pero esa noche le dejó un platito con leche tibia al lado de la ventana. Desde entonces, Arepa se convirtió en el tercer hermano. Dormía en la mochila de José, se subía al regazo de Victoria cuando hacía la tarea, y maullaba cada vez que alguien decía “merienda”. Los fines de semana, los tres bajaban al parque. José jugaba fútbol con los chicos del barrio, Victoria leía sentada en el pasto, y Arepa se escondía entre los arbustos como si fuera un explorador. A veces, alguien les preguntaba de dónde eran, y Victoria respondía con una sonrisa: “De Venezuela, pero ahora también somos de acá”. Y así, entre mates compartidos con los vecinos, tardes de lluvia con olor a pan tostado y domingos de feria en Caballito, los hermanos fueron armando su propio pedacito de hogar. No era igual que el de antes, pero tenía algo que les gustaba: la mezcla de acentos, los abrazos sin apuro, y la certeza de que, aunque el mapa cambie, la familia siempre encuentra cómo seguir junta.

**Foto(s) tomada(s) con mi smartphone Samsung Galaxy S22 Ultra.**

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